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Las características de una franquicia pasan, fundamentalmente, por los elementos que componen una relación de franquicia, siendo el franquiciador y el franquiciado los dos elementos principales y sobre los cuales se asienta todo el edificio. Es decir, que en toda franquicia habrá una central y, al menos, un franquiciado y su relación constituirá la piedra angular sobre la que se asentará la cadena de franquicias.
Estas dos figuras gozarán de una independencia jurídica y financiera, otra característica principal de la franquicia, es decir, son dos empresas completamente distintas y autónomas. Cada una de ellas tiene su propia identidad jurídica al margen de que el franquiciador pueda participar en las unidades franquiciadas para reforzar su compromiso con cada unidad operativa y también la confianza en su buena marcha.
Otra característica de una franquicia importante es que esa relación entre franquiciador y franquiciado es personal. De hecho, ya desde el propio contrato de franquicia, hay una cláusula que reza así, que la relación entre uno y otro es una relación “intuito personae”. Esto quiere decir que, si bien el franquiciado constituirá una empresa, el franquiciador no le eligió por ser una empresa, sino por ser la persona que es; porque le ha convencido y ha conectado con él, es decir, porque le ha convencido a todos los niveles y porque le ha parecido que tanto su perfil personal como profesional son los adecuados para gestionar uno de sus puntos de venta. Es por ello que si ese franquiciado quisiera traspasar su negocio, no podría hacerlo como si de un establecimiento independiente se tratara, sino que el franquiciador tendría derecho de veto, teniendo que contar el nuevo franquiciado con el beneplácito de la marca.
Por otra parte, toda franquicia debe haber testado el negocio antes de decidir constituir la cadena. De hecho, la razón principal por la que una franquicia aminora el riesgo de fracaso que todo emprendimiento conlleva, es que se trata de un negocio que ha sido previamente probado por parte del franquiciador.
Pero, ¿quién debe probarlo y cómo? Ha de ser el propio franquiciador quien compruebe que realmente lo que él tiene en mente funciona sobre el terreno y reporta facturaciones tan positivas como para plantearse franquiciarlo. Y para ello, lo que pone en marcha otro de los elementos esenciales de una franquicia, las unidades piloto, es decir, puntos de venta propios del franquiciador que sirven tanto para testar el negocio como de laboratorio de pruebas, donde probar la validez y buen funcionamiento de cualquier aspecto nuevo dentro del negocio.
Lo lógico sería que el franquiciador pusiera en marcha, al menos una unidad y la tuviera rodando durante no menos de un año, antes de lanzarse a franquiciarlo.
Una característica de una franquicia fundamental es la formación a los franquiciados. El franquiciador debe impartir una formación teórico-práctica a sus franquiciados antes de que comience su actividad y debe ser una formación completa y detallada. Es en esa formación donde el franquiciador trasladará todo su know-how al franquiciado para que desarrolle la actividad de forma correcta y obtenga en su establecimiento o unidad franquiciada el mismo éxito que el franquiciador obtuvo en sus unidades piloto. Una vez en marcha la nueva franquicia, el franquiciador desplazará personal de la central al nuevo punto de venta para apoyar al empresario en los primeros días de rodaje; un apoyo, en términos generales, muy valorado por parte de los franquiciados. Además, esa formación inicial se tiene que ir actualizando con formaciones periódicas cuando el franquiciador lo considere necesario; otra característica principal de la franquicia y que es consecuencia de la actualización continua del concepto de negocio, lo cual también es propio de cualquier negocio franquiciado.
Destacar como otra de las características principales de la franquicia, el apoyo continuado al franquiciado en su día a día, así como también el control de la red. Controlar la actividad de las franquicias es absolutamente necesario para comprobar que las cosas se están haciendo correctamente y que no se está deteriorando el concepto de negocio. Hay múltiples formas de hacerlo, pero dos principales: a través del sistema informático de gestión que centraliza todas las operaciones de cada una de las franquicias y mediante las visitas de control periódico. El franquiciador debe visitar a todos sus franquiciados con una periodicidad no superior a 45 días.
Todo ello junto con la formalización de un contrato escrito es, de forma escueta, lo que caracteriza a una franquicia y lo que la hace diferente de cualquier otra forma de comercio. Tanto es así que, si alguno de los elementos o características de una franquicia anteriores falla o no está, entonces, estaríamos ante cualquier otra fórmula de colaboración empresarial pero no ante una franquicia.